sábado, 22 de junio de 2013

Entrevista a Rubén Arnaiz para Red de Cortometrajes



Rubén Arnaiz (Madrid, 1981) es productor, director, guionista, editor y actor ocasional. De discurso rápido y afable, este hombre del renacimiento, que idolatra a Billy Wilder y apunta a “Matrix” (Andy y Larry/ Lana Wachowski, 1999) como el detonante que le hizo querer dedicarse al noble arte de hacer películas, siente predilección por enfrascarse en proyectos arriesgados. Muestra de ello es el cortometraje “Mi ángel custodio” (2010), rodado en 3D, o su inminente “Sandra Munt y la daga de Azatok”, mediometraje de aventuras que, junto a “Ríos revueltos”, de Enrique Diego, formarán el proyecto “Doble Sesión”, largometraje con dos historias que rinde homenaje a los desgraciadamente extintos programas dobles.
Rubén accedió amablemente a atender a Red de cortometrajes y quedamos con él en una céntrica cafetería madrileña para hablar de cine, con mayúsculas, porque si algo se desprende de cada píldora que deja, es un profundo amor y respeto por un oficio que no siempre paga con la misma moneda.

Director, productor, guionista…¿Control freak o no queda más remedio?
La primera como consecuencia de la segunda. Me considero productor y director. Al final lo de hacerlo todo es un lujo que, mientras no haya dinero de otra gente, creo que es importante. Si haces un guion ajeno con dinero ajeno pierdes el control, y si uno puede hacer algo bueno, la mejor manera de demostrárselo es realizarlo con el mayor control posible. Yo estoy loco por dirigir un guion que no sea mío, pero no me llega ninguno que me emocione especialmente.

Una veintena de cortos como productor y siete dirigidos, sin contar las labores de guionista, director artístico y demás. No has parado.
No, porque lo que he hecho sobre todo es producir cortos ajenos. Por una parte me arrepiento porque no he podido dirigir tanto como me hubiera gustado. Hay gente que dirige doscientos cortos al año porque no produce. A mí me ha pasado lo contrario, y me hubiese gustado hacer más. Llevo dos años dedicado a “Sandra Munt”, prácticamente parado entre ruinas económicas y rodajes caídos. He estado, sobre todo, escribiendo.

¿Qué te estresa más, producir o dirigir?
Producir. Lo malo es que al hacer las dos cosas al mismo tiempo, todo está más ajustado y, cuando diriges, lo haces mal. Por eso en “Sandra Munt” voy a tener a alguien de producción que se encargue exclusivamente de eso. No voy a implicarme en las labores puras de producción, porque tiene que ser una obra maestra de la historia del cine, tienen que llover premios, dinero y de todo, y la única manera de conseguirlo es estando centrado.

Has contado con Javier Aliaga, profesional de efectos especiales de talla internacional que ha trabajado, entre otras, en “El laberinto del fauno” (Guillermo del Toro, 2006), o “El perfume” (Tom Tykwer, 2006). ¿Cómo surge esa colaboración?
Pues la verdad es que no me acuerdo (risas). Creo que fue por Facebook. Contactamos por e-mail, empezamos a hablar y finalmente va a hacer el monstruo y efectos de maquillaje. Me siento muy orgulloso porque gracias a su participación mucha gente se ha ido sumando al proyecto. Nunca le podré agradecer todo lo que ha hecho, sobre todo con los cuatro duros que hay. Muy bien usados, eso sí, pero cuatro duros. Por su talento y su buen hacer debería hacer cosas mucho más grandes, y el tiempo que nos ha dedicado se lo agradeceré toda la vida.

Vayamos a la financiación. El presupuesto es íntegramente privado. ¿Es habitual en vosotros no contar con subvención?
En realidad, no. Aunque siempre me meto en charcos hablando de los demás, no voy a perder la costumbre ahora. Creo que el problema que hay España es que nadie se ha arriesgado nunca con nada que no sea de los demás. Es decir, se pueden hacer cortometrajes de mil o dos mil euros, pero un presupuesto de veinte mil solo se ve en uno de cada cincuenta. De hecho, el problema de las subvenciones es que aparte de ser el yugo que utilizan los ladrones que todos sabemos, han servido para que nadie invierta, nadie arriesgue su dinero para tener que sacar beneficio. Por tanto, nunca veremos película de esas que todos queremos ver, y acabamos diciendo “otra de la guerra civil”, u “otra del cine español”. Aquí no podemos hacer “Transformers” porque no hay nadie que la produzca, sabiendo que semejante desembolso hay que recuperarlo después en taquilla. Para hacer a un Optimus Prime español con la voz de Resines, necesitas dinero. Si la pagas con subvención, hacemos “Alatriste”. Total, qué más da que no la vea nadie, si está pagada y ha cobrado todo el mundo. Pero yo quería ver una saga, con Viggo Mortensen haciendo el personaje cada tres años: “Alatriste”, “Alatriste. La venganza” y “Alatriste. El retorno”. Pero no, porque para qué…Y es una pena. De hecho, yo creo que lo ideal sería que hubiera subvención y otros medios de financiación, como por ejemplo el ICO. Lo que ocurre es que para hacer uso del ICO, tienes que haber vendido antes tu proyecto a la televisión, y si yo voy con el mío, me lo van a tirar a la cara. ¿Qué tuve que hacer? Ir a un banco y pedir un crédito con un interés enorme. Y aquí estoy.
De hecho no hubiera tenido tantos problemas si no hubiese sido por todos los problemas de rodaje que tuvimos, que comparo con “Waterworld”. Nos pasó de todo y, si no fuera por eso, estaría rodado. Así que, salvo catástrofes que merecen un libro aparte, tampoco es un riesgo tan grande. Esto es cultura cuando nos interesa, pero la verdad es que al final el dinero del estado lo ponemos todos, y yo estoy harto de ver películas que no me interesan nada. Yo quiero ver “Transformers”. Y no me cabe duda de que la nuestra sería mejor que la americana, porque probablemente estaría más cuidada. Las películas comerciales españolas, de Alex de la Iglesia o Amenabar, por ejemplo, son en general mejores que las que se hacen en otros países. Pero como no interesa…

Siempre haces referencia a “Matrix” como la película que te hizo dedicarte a esto. ¿Qué te dio?
Pues muy sencillo, algo que yo busco en el cine, que es introducirme en la película. Realmente me gustan mucho dos cosas, por un lado la osadía de contar algo nuevo y sorprendente de una forma distinta. Y, sobre todo, el hecho de que, durante dos horas y cuarto, estés viendo algo que, en ese momento, es real. Recuerdo que cuando salí del cine dije: “quiero hacer esto, que cuando la gente vea algo mío, sienta lo mismo”. No ha ocurrido ni ocurrirá, pero se intenta.

“Sandra Munt” y “Ríos Revueltos” forman una especie de programa doble. ¿La vais a intentar vender así, como largometraje?
Sí, sí. Es un riesgo bastante grande. Cuando surgió el proyecto, la gente que no conocía los programas dobles lo comparaba con “Grindhouse”. Es exactamente igual, de hecho el batacazo va a ser el mismo por una cosa muy sencilla: En América, supuestamente, la gente sabe lo que es “Grindhouse”, pero por mucho Tarantino y Rodriguez que sean, estar metido en una sala tres horas y media…El caso es que aquí nadie sabe ya lo que es un programa doble en un cine. De hecho, “Ríos revueltos” es, exactamente, el western de serie b con actores poco conocidos, que daba paso a la película reclamo. Dura más que “Sandra Munt”, y el metraje total no dura más de hora y cuarto. Por lo tanto, cuando la gente se quera aburrir, la película ya habrá terminado. Esa es nuestra baza.

¿Recuperaste el guion aprovechando la posibilidad de hacer “Doble Sesión”, o iba a rodarse de todas formas?
El Caso de “Sandra Munt” es súper raro, porque en la idea original de “Doble Sesión”, el corte que iba a dirigir no era ese. Tenía otro guion que rondaba las cuarenta páginas, y que acabó extendiéndose a las setenta. Una road movie con asesino en serie que algún día rodaré, espero, como largometraje.
Por todo eso, decidí recuperar el personaje de Sandra de 2008, y rehacer el guion. El original se me quedó en cincuenta y tres páginas, pero como se nos cayó el rodaje lo he dejado en unas treinta, porque es imposible rodarlo sin dinero tal y como estaba pensado en un principio. El original lo dejo para hacer una película que suponga una continuación de éste. Por eso, cuando digo que tengo una franquicia, no me refiero a que voy a vender muñecos, sino a que realmente lo es. Quiero rodar cortometrajes sobre los padres del personaje a principios de siglo, etc. Mi idea es dedicarle unos años, siempre que sea posible, al personaje, y lo digo con la boca pequeña porque cuesta dinero, aunque no quiero pensar en eso ahora. Si sale, y se puede, bien. Quizá venga alguien a quien le interese. Y si no, pues nada. Igual los vendo y acaban haciendo una peli con Mario Casas.

¿Cómo te planteas el paso del guion técnico al literario, la planificación?
Como solo he realizado guiones propios, lo voy viendo mientras escribo. Al realizar el story board dibujo lo que veo o lo que me parece que hay que ver. Aquí, como en todo, cada uno tiene su escuela. A mí me suelen decir que he inventado el “plano pecho”, por ejemplo.
Sobre todo lo importante es el ritmo. Voy escribiendo por secuencias y ajusto el ritmo. Luego lo comparo con otras para ver si funciona, si existe continuidad. Cuando no funciona, se rehace intentando cuadrarlo. Eso se ve en el guion a base de escribir.
En este he intentado cuidar mucho ese aspecto. Cuando no tienes dinero, debes compensar esas carencias con el guion, lo que me ha llevado, hace no mucho, a darme cuenta de que me encanta escribir. Creo que es un lujo  poder hacer guion y story a la vez, porque el control es absolutamente tuyo, aunque evidentemente la responsabilidad también, y los fallos no puedes atribuírselo a nadie más que a ti mismo.

¿El cortometraje es, o debe ser, un género en sí  mismo, o el paso de aprendizaje necesario para dar el paso al largo?
Esa es la pregunta que todos nos hemos hecho durante años. Para mí nunca ha sido la búsqueda del pelotazo, esperando que alguien me llame para hacer un largo. En un corto tienes que demostrar de lo que eres capaz. Por eso, cuando se han realizado cortos con muchos medios, todos hemos ido a ver qué habían conseguido con esa pasta. Hay muy pocos directores de largos que sigan haciendo cortos, Balagueró, Plaza y pocos más, y creo que resultaría muy interesante ver a gente así en este formato.
Chapero Jackson, por ejemplo, ha hecho muchísimos cortometrajes y ha recibido cantidad de premios, pero luego hace “Verbo”, que está bastante bien, y se pega el batacazo. Hay gente muy buena que merece mejor suerte, pero somos esclavos de la publicidad.
Yo no hago cine para epatar, ni para ir a estrenos, ni para ligarme a las actrices. Bueno, igual a alguna sí…Hago cortos para probar cosas, como cuando hicimos “Mi ángel custodio” en 3D. No se había ni estrenado “Avatar”, y me pareció muy interesante. Ahora ya sé rodar en ese formato, por ejemplo.

¿Se podría dar más apoyo al cortometraje?
Es que realmente hay mucho apoyo. Existen millones de festivales. Lo malo de los cortometrajes, y lo digo por mis cortos que, lo digo ya, son una mierda, es que no hay criterio. En Facebook la gente te dice: “vota a mi corto” para tal o cual festival. No perdona, yo votaré lo que considere que tengo que votar, y si tu corto es penoso, no lo voy a votar. Mi corto “Wunder” sacó muy buena nota porque lo votaron mis amigos y, aunque no está mal, no es “El padrino”.

En la presentación que se hizo de “Grindhouse” en la “Comic Con”, Tarantino dijo, a propósito de la tan cacareada democratización del arte, que aunque cualquiera puede hacer un corto y colgarlo en internet, solo aquellos que realmente destacan, aquellos que tienen auténtica calidad, perduran y tienen vida. ¿Estás de acuerdo?
A medias. A estas alturas todo el mundo sabe que quien ha ganado el festival de cortos de Ridley Scott es español. Yo creo, sin haber visto el corto, que será bueno. El problema del que antes hablaba cuando me refería al criterio, es que ahora cualquiera puede abrir un festival. Se compra un dominio y listo, a meter los cortos de mis colegas, y aunque estoy de acuerdo en que, al final, lo bueno destaca, lo malo es que todos creemos que somos buenos. Yo soy pobre y no puedo perder el tiempo, si creo que no valgo, ¿voy a seguir perdiendo tiempo y dinero? Yo amo el cine, el cine es mi vida y por el cine muero, y hay que hacerse esa reflexión a veces para no autoengañarse.
El tipo que del que hablamos antes, el que ha ganado el premio de Ridley Scott es bueno porque lo han votado profesionales de verdad, no el público o los amigos, que es lo que suele pasar aquí. E incluso en los que votan profesionales, los resultados tampoco son fiables, pues este es un país de envidiosos y un director puede no votar al mejor, no vaya a ser que este tío venga luego a quitarme el trabajo.

Vamos a ir terminando…¿Cuándo pensáis estrenar?
Mis planes son estrenar a finales de verano de 2013.

Véndeme “Ríos revueltos” y “Sandra Munt y la daga de Azatok” en una frase.
“Ríos revueltos” hay que verla porque es como si Berlanga y Leone hubiesen hecho una película juntos.
“Sandra Munt”, porque es la historia de una vida. De la vida del personaje. No puedo resumirlo en una frase porque llevo demasiado tiempo con ello, pero Lovecraft está vivo también. Es la película que habría hecho Steven Spielberg si le gustase Lovecraft.

Una pregunta ineludible, por tópica. ¿Qué consejo le das a toda esa gente que empieza en esto?
(Risas y más risas). Mi visión personal, de verdad, es que si uno no ama el cine, que lo deje porque no vale la pena. A no ser que sepas mucho inglés y te puedas ir a Estados Unidos a estudiar, para que tu máximo sea dirigir la última de Steven Seagal en DVD, no vale la pena. Si no fuera por amor al cine, uno no aguantaría las cosas que acabas aguantando.
Otra cosa fundamental es el respeto. En cine se aprende muy mal a respetar los distintos trabajos que hace la gente en una película, y es igual de importante el director, el productor, el montador y la script. Incluso el que te trae los cafés, porque si no te los trae, te quedas dormido y no ruedas. Muchas veces se observa cierto ninguneo a aquellos que no son el director o el productor, y eso es un gravísimo error.
Al producir y tener que trabajar de forma muy estrecha con todo el mundo, ves eso muy bien. Para la peli quiero tener a alguien con una cámara para grabar el making of, y quiero darle la misma importancia que si lo hiciera yo mismo.

Rubén empezará a rodar “Sandra Munt y la daga de Azatok” en breve. Desde aquí le deseamos toda la suerte del mundo tanto a su segmento como al conjunto de “Doble Sesion”.

Entrevista publicada en Red de Cortometrajes.






Subcultura y mainstream. Una relación ambivalente.



 La dialéctica de las contraculturas suele desarrollarse como sigue: aparece un movimiento artístico, ya sea musical (que es lo que nos ocupa) o de cualquier otro tipo de expresión , minoritario y con una fuerte personalidad. La actitud está, por derecho, en la vanguardia y la ejecución técnica en segundo plano. Tampoco importa. Lo que ofrecen es frescura, referentes y un amor absoluto por lo que hacen, inmaculado, virgen, inocente aún gracias a la inexistencia de contaco alguno con, digamos, aunque no digamos del todo bien, la industria. Rabia adolescente y pensamiento utópico, las cosas pueden cambiar y nosotros somos los sujetos activos de ese cambio, etc. Hasta ahí todo es maravilloso. Es mas, con una gran dosis de suerte, puede que el negocio ponga su punto de mira en las posibilidades que ofrecen y llegue a encumbrarlos. Cuando esto ocurre, el éxito suele der directamente proporcional al fin del movimiento como tal. La salida del underground acarrea dinero y fama, fans enloquecidos de diversa (y sospechosa) procedencia, estampados en camisetas de Zara y calificativos para el estilo que ya no vienen de los protagonistas (los sujetos activos, ¿se acuerdan?), sino de señores con traje y corbata cuya intención es simplificar, recortar para no agobiar demasiado a un público que, en general, no pierde el tiempo en buscar la diferencia entre punk y power pop (tomemos como ejemplo) y, en definitiva, vender. ¿Es lícito?, por supuesto, no seré yo quien entre aquí y ahora a valorarlo. Pero lo que es evidente es que de aquella primigenia frescura, de aquella actitud adolescente de descubrimiento e imaginación, empieza a quedar cada vez menos, se convierte en moda, y las modas tienen fecha de caducidad. Al menos, sobrevivirán el tiempo suficiente hasta que la fórmula se agote y los coolhunters salgan a la caza y captura de la nueva subcultura a la que convertir en mainstream. ¿Triste, pesimista tal vez?, bueno, nadie dijo que esto fuera un camino de rosas.
Como tampoco es cuestión de que a uno lo identifiquen con el tipo al que solo le gusta aquello que nadie escucha, y reniega ipso facto de todo aquel que vende mas de 1000 copias, es preciso señalar unos puntos básicos.
1.      Existen casos que, por inspiración del Tao, gracia divina o vaya usted a saber, no perdieron un ápice de calidad tras pasar la exigente criba del éxito. Podría señalar ejemplos, pero prefiero que cada uno extraiga los suyos.
2.      Es imperioso erradicar la confusión conceptual existente entre el virage comercial impuesto (lo que va SIEMPRE en detrimento de una banda) y la evolución consciente. Todos los cambios no son siempre a peor y, aunque Metallica, en la cima de su éxito, editó un disco que le trajo el desaire (cuando no el insulto) de sus propios fans, en mi opinión el “Load” es un gran trabajo.
3.      Este punto es obligado. Las excepciones, aquí como en todo, existen.
4.      Muchas, muchísimas, de las canciones más bonitas de la historia (bonitas, me gusta como suena), han sido producidas por grandes compañías, lo cual significa que lo que están leyendo no es un alegato anti-multinacionales, dios me libre, aunque en algún caso pueda parecerlo.
5.      Existen movimientos y estilos que no han sido canibalizados, no porque hayan seguido aferrados a unos valores rechazando dinero y fama, sino porque han sido imposibles de edulcorar, de masificar. El street punk, el Oi!, el northern soul en su día o el black metal son, en esencia, minoritarios. Romantizarlos y llevarlos al Ipod de una quinceañera junto a…., en fin, ya saben, es tarea inutil.

Vayamos concluyendo. En el título se hace referencia explícita a una relación ambivalente. Obvio. Sin industria no habría movimiento musical, ni cambio, ni la excitación que produce descubrir una nueva banda. Sin subculturas no existiría materia prima que trascienda lo musical y otorgue vida, calle y actitud a las canciones, aunque no pocas veces ese maravilloso equipaje se pierda por el camino. Lo importante, en definitiva, es que nunca deje de haber chavales encerrados en garajes pensando que cambiarán el mundo con tres acordes, y que nunca nos falte un lugar al que pertenecer. Lo demás, amigos, qué mas da.





Nacho Vegas. Cajas de música difíciles de parar. Limbo Starr. 2003



 Los discos dobles, salvo gloriosas excepciones, suelen resultar irritantes por autoindulgentes, extensos hasta el tedio y tan barrocos, que uno difícilmente recuerda los títulos de los temas salvo, quizá, aquellos que identifican los singles de turno. Poco más. La creación desbocada y sin mesura es lo que tiene. Pues bien, no se lleven a engaño, el álbum que nos ocupa es, precisamente, una de aquellas  gloriosas excepciones.
Nacho Vegas es una rara avis en la escena patria. El que fuera vocalista de Manta Ray, compone con el cuidado con el que se sujeta a un niño de teta, firme pero suave, y emprende un viaje de folk y rock intimista, susurrante, repleto de historias de raconteur solitario que, guitarra en mano, incide en las mentes y los corazones de los clientes de un bar a cambio de una habitación. Como un Dylan asturiano al que te pegaría encontrarte en un tren de la América profunda, Vegas habla de drogas, de alcohol, de mujeres, de amores y desamores, de soledad. La bohemia de un músico que escribe de lo que ha vivido, con un lirismo fascinante e irónico a partes iguales, y vive lo que ha escrito. Como debe ser, ¿no creen?
El disco empieza con “Noches articas”, un tema suave, in crescendo, en el que J, de Los Planetas, recita un verso-mantra (por lo hipnótico y místico) que sirve de prólogo a lo que vendrá después. De ahí en adelante, canciones. Con mayúsculas. Increíble “En el jardín de la duermevela, sublime el acordeón de Diego Iturriaga en “La plaza de la Soledá” o “Maldición”. El rock también tiene cabida, si no escuchen “Stanislavsky”, y “Gang-bang” nos transporta, con un ritmo cercano a la chanson, a la Europa más bohemia y putera.
Cajas de música difíciles de parar es un trabajo hecho para escuchar en casa, solo o acompañado de la persona con la que te irías a una isla desierta, con las luces muy tenues y con la convicción de que, por más podrido que esté el mundo, hay un fin elevado por el que luchar. Quizá una canción. Suficiente.



Sinceramente suyo...Aníbal Lecter



   Aníbal Lecter, paradigma del asesino elegante, inteligente y culto, se ha ganado un hueco de honor en nuestros corazones y por ello rescatamos su figura para nuestro particular altar de celebridades fílmicas.
Qué gran personaje, permitan que se lo diga. Con su mirada irresistible, capaz de helar la sangre del más pintado, ya sea una aprendiz de Quantico o el director de la penitenciaria en la que está recluido, su mono azul de preso tan pulcro y bien planchado, sus dibujitos hechos con mimo y perseverancia infinita. Todo un dandy con sombrero de ala ancha, conocedor no sólo de los entresijos de la mente humana sino de los detalles más insignificantes y delicados de la vida cotidiana. Una crema, un perfume, todo lo bello tiene cabida en la mente del doctor. Y tanto es así, que dejando a un lado el pequeño detalle relativo a sus hábitos culinarios, sería el suegro perfecto, el tío admirado, el invitado ideal para amenizar una cena y dar glamour académico en cualquier circunstancia.
Y es ahí donde quería llegar. ¿Qué lleva a semejante individuo a comerse a la gente? ¿Por qué un alma, a priori cándida y elevada, se transforma en atroz con un chasquido de dedos, pasando de la caricia al mordisco mandibular con extracción de lengua? La respuesta es bien sencilla, por un profundo y desquiciante sentimiento de horror ante la mediocridad. Sí, amigos, ver día tras día a pacientes con problemas absurdos, presenciar la pedantería y la soberbia de quienes, no llegándote a la suela del zapato, se esfuerzan por adquirir una posición que no les corresponde,  sentirse uno más cuando se sabe que la distancia es sideral, recibir un empujón en el metro y esperar sentado una disculpa ante la parsimonia general, ésa es la fuente. Sean sinceros, ¿no han tenido nunca esa sensación?, ¿acaso no han sentido la necesidad de explotar ante actos de la más pura falta de criterio?, ¿no hay nadie a quien mandarían gustosos a su consulta con la sonrisa de la victoria entre dientes?
Cuando se come a alguien no se alimenta sin más. Le arrebata su autoindulgencia e inmovilimismo, su infección como ser humano, ganada a pulso, su vulgaridad y se nutre de ellas en un vano intento de comprender por qué la náusea es tan brutal. De hecho, si algo no comprenderé jamás, es por qué diablos no cocinó a la ñoña de Clarice Starling con los malditos corderos. Quizá fuese el amor, que por vez primera en muchos años llamó a su puerta con buenas palabras e inocencia. Y es que en el fondo, siempre fue un sentimental.